Nazca 21
Cocina de familia, con toques de lujo y precios justos, ofreciendo para un menú adaptado a todos los gustos con las características más emblemáticas de la famosa gastronomía peruana.
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El interés no decae cuando ya has pedido; al contrario, te sientes en el ritmo del servicio. La entrada al plato en el momento en que el aperitivo ha cumplido su función y el cliente ya se ha preparado para degustarlo.
El restaurante Nazca 21, ubicado al costado de la Basílica Metropolitana de Santa María la Antigua, en el casco antiguo de Panamá -quizás la zona más bella de la ciudad- es un pequeño nicho que lleva el nombre de su rica gastronomía, la que se ha convertido en una marca de país: Perú. Desde el nombre, pasando por la decoración, la música hasta el fenotipo de su personal identifican al país sudamericano.
Desde el sur del continente hace más de 20 años su propietario, el chef Aristóteles Breña, vino a trabajar en la restauración de la mano de su tío en el restaurante Mar del Sur, con sedes en las ciudades de Panamá y David. Desde allí se dirigió a Machu Pichu, en la zona de El Cangrejo, a la vez que daba fuego a otros emprendimientos gastronómicos familiares en la zona de Boquete.
En Nazca 21, Aristóteles y su esposa Sandra, en un exitoso dúo -él en la cocina y ella en la administración- han estado apostando por lo que en sus propias palabras es "una cocina familiar gourmet, con precios justos".
Más de 25 años de experiencia han permitido a Breña crear un menú con algo de la clásica gastronomía peruana que se ha refinado al máximo para ofrecer a los comensales una experiencia de degustación completa. ¿Por dónde empezar si no es por un buen ceviche de corvina? Aunque Panamá es pródigo en opciones, nada se compara con este plato emblemático, a menos que las barritas de pescado se acompañen con los tradicionales granos de maíz (blanco hervido, amarillo frito) y batata en su punto justo de cocción. Dentro de la tradición peruana, otras opciones de entrada son los mariscos fritos a altas temperaturas, combinados con salsas o jaleas. En esta ocasión, Nazca 21 se inclinó sobre chicharrones de calamar acompañados de una suave salsa tártara de la que, al final, descubrió un fondo de chile.
En la lista de platos principales se encuentra por ejemplo, la corvina rellena, que es una absoluta sorpresa. Además de la noble carne de pescado tiene una porción de camarón intercalada con finas escamas de cebolla morada, el conjunto está cubierto por exquisitas colas de crustáceos bañadas en una suave salsa de pimienta amarilla cultivada en la zona de Boquete. Otra opción, que es una lubina macho, consiste en un firme pescado a la parrilla cubierto por una generosa mezcla de mariscos cocidos en tomates frescos y aderezados con ají panca, también conocido como chile seco del Perú.
El macho, con el toque justo de picor, pone el ají chombo panameño. Pero si eres un entusiasta de la carne, la tercera opción de Nazca 21 es perfecta en su presentación, consistencia y sabor. Un delicioso bistec a la parrilla en su extremo, bañado en una salsa de vino, champiñones y pimientos.
Las porciones en el restaurante de Nazca 21 son extremadamente generosas, pero después de un festín de sal y mar, es obligatorio endulzar el paladar. Postres - Es difícil decidir entre propuestas diferentes y particulares. Si te inclinas por un clásico, simple en su perfección, un flan de queso con quinua, el grano andino, típico del Perú, tan de moda y tan poderoso energéticamente. Desechado en la boca, el cereal se convierte en una textura, una sensación, una caricia en el paladar.
Y si quieres cerrar con un sorprendente y típico sabor peruano, date el gusto de un suspiro de Lima. Cuando te presenten la taza blanca cubierta con nueces fileteadas, no pienses en ello; hunde la cuchara en el fondo y disfruta de un sabor tan extraño como subyugante: el dulce de leche regado con una buena dosis de pisco.
Después de probar esta combinación de sabores, creemos que la promesa de Nazca 21 se ha cumplido. Es una cocina familiar, con toques de alto vuelo y precios justos. A esta mezcla se suma la buena atención y el buen oído de quienes caminan entre las mesas atentos a las sugerencias y complacidos de explicar las bases de una gastronomía que ya se ha vuelto universal. No en vano algunos platos vienen con una cáscara de sal alcoholada cuya llama ilumina la experiencia.